viernes, 5 de octubre de 2012

SEMBLANZA DE GARCÍA QUINTANA

     Antonio García Quintana nació en Villacarriedo (Cantabria) el 8 de mayor de 1894. Fue militante socialista desde su juventud hasta su fusilamiento por Franco en 1937. Militante socialista de los que entregaron su vida por un ideal: el servicio al bien común. Esto fue así aún cuando fue traicionado por sus compañeros de partido y se sintió desanimado por las luchas internas que siempre han caracterizado al PSOE.



     Fue alcalde de Valladolid y cuenta de él que en el camino diario de vuelta desde el ayuntamiento hasta su casa, apenas cinco minutos de distancia, llegaba sin una moneda en el bolsillo, porque iba dejando todo lo que llevaba a mendigos, niños que pedían, amigos que necesitaban un préstamo... Fue militante socialista sin sectarismos, valoró a las personas por encima de sus ideologías. Esto le valió ganarse algunos enemigos en su propio partido. Amó la lectura y transmitió su amor por la cultura a sus hijos. Los domingos por la mañana eran reservados por toda la familia a la lectura. Su hija afirma haber oído decir a su madre que nunca lo pasaron peor económicamente, que cuando su padre fue alcalde.
      Se acercó al socialismo, como tantos otros, desde su primer oficio, el de tipógrafo. Allí se afilió a la UGT y después al PSOE. Pero su sentido de la promoción hizo que no se conformara con ese trabajo y pasó por otros varios hasta que consiguió una plaza de contable en el Colegio de Notarios de Valladolid. En un curso de francés conoció a la que sería su mujer, Brígida. Tuvieron tres hijos.
     En el PSOE de Valladolid fue destacado como un hombre honrado, que cuidaba de hacer bien aquello que hacía, sobre todo cuanto tenía que ver con su acción política. En 1920 entró como concejal socialista en el Ayuntamiento de Valladolid, donde destacó por su lucha contra los monopolios de los caciques locales, los albistas (seguidores de Santiago Alba). Estos controlaban, entre otras, las compañías de electricidad Electra y la de suministro de aguas, Sociedad Industrial Castellana, contra las que sostuvo duras batallas por la falta de suministros que ofrecían a los ciudadanos unido a la carestía de precios. Controlaban los albistas también el periódico local, El Norte de Castilla. Consciente de la importancia de la opinión pública, García Quintana fue director del periódico socialista vallisoletano Adelante, entre 1931 y 1934. Periódico obrero clausurado en varias ocasiones sostenido por los lectores y las cuotas de militantes, y que llegó a tener mayor tirada que el propio Norte de Castilla.
     Se ganó fama de astuto y hombre moral de férreos principios y colaboró en el desarrollo de la Casa del Pueblo en Valladolid como lugar de formación política del socialismo vallisoletano y como centro cultural del que salieron iniciativas como la Universidad Popular Pablo Iglesias, grupos de teatro, corales, etc.
     A la llegada de la República, el PSOE se hizo con la alcaldía de Valladolid y en 1932 García Quintana sustituyó a su compañero Federico Landrove al frente de la Alcaldía de Valladolid. Ocupó ese cargo hasta que fue destituido tras la revolución de octubre 1934, a la que se opuso. Cuando se le cesó como alcalde fue defendido públicamente por sus adversarios políticos. Se ganó el beneplácito, incluso, del propio arzobispo de Valladolid. En 1936 fue repuesto tras las elecciones del mes de febrero ganadas por el Frente Popular.
     En su trabajo como alcalde tuvo un objetivo claro: la educación. Puso en marcha escuelas, comedores para los niños que acudían a la escuela sin comer, promovió bibliotecas en los centros escolares...
Al estallar la guerra se escondió durante un tiempo pero finalmente es detenido y condenado a muerte. Desde la cárcel escribió a su familia una conmovedora carta en la que pide a sus hijos que sean cristianos y hagan de la honradez y el trabajo su norma de vida. La carta finaliza perdonando a los que le han condenado y a los que le van a matar.

     "Se virtuoso, hijo mío. Sólo por respeto a ti mismo y como acatamiento a Dios, a quien te recomiendo que confíes la reparación, en el más allá, de las terribles e irremediables injusticias humanas y el premio adecuado de tus virtudes. Te encarezco que seas religioso, esto es, que te asimiles la moral cristiana y que, sin exageraciones beateriles, que son, en buena parte, mera simulación, acomodes a aquella tu diaria conducta (...). A los enemigos, sean quienes fueren, incluso aquellos que han puesto su voluntad al servicio de nuestro mal, perdonadlos, primero, y olvidadlos, después. No os atormentéis pensando en ellos. Perdonadlos como yo los perdono, como es nuestro deber moral perdonarlos".
Carta de Antonio García Quintana antes de ser fusilado

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