martes, 19 de mayo de 2015

Un rotundo sí a la vida

… que supone muchos noes.
No a la guerra, No al terrorismo, No al hambre. Un NO rotundo a cualquier otro atentando contra la vida humana. Así como un No a cualquier hecho contrario a la dignidad inviolable de la vida, como la falta de trabajo, vivienda o libertad. Y que también conlleva un NO al aborto, a la eutanasia o a la manipulación de embriones.
La defensa honrada de este derecho, el más básico de todos, supone la defensa de la vida de todos y en todo momento. Es un derecho que no puede estar a expensas de ningún otro. No se puede fragmentar ni parcelar. No pueden existir excepciones. No se puede estar en contra del aborto y despreciar la vida de un enfermo, un inmigrante o un anciano.
Como no se puede estar en contra de estos hechos sin analizar y luchar contra las causas que los provocan. No se puede decir que se está a favor de la vida y a la vez apoyar un sistema económico injusto, que provoca hambre, guerras, emigraciones forzosas, paro, desahucios, enfermedad, esclavitud,…; es decir, contrario a la vida.
Por eso, aunque hoy nos parezca extraño, desde todos los ámbitos de la política, se puede y se debe seguir defendiendo la vida de los seres humanos más desprotegidos, aquellos que ni siquiera tienen voz, como los no nacidos. Esta defensa honrada de la vida humana ha tenido y tiene grandes defensores como Ghandi, Martin Luther King, José Mújica, Tabaré Vázquez,….
En este sentido, nuestro querido Miguel Delibes, decía “El ideario progresista estaba claro y resultaba bastante sugestivo seguirlo. La vida era lo primero, lo que procedía era procurar mejor su calidad para los desheredados e indefensos. Pero surgió el problema del aborto, (…), y, ante él, el progresismo vaciló. El embrión era vida, sí, pero no persona. No se pensó que la vida del feto estaba más desprotegida que la del obrero o la del negro, quizá porque el embrión carecía de voz y voto, y políticamente era irrelevante. Entonces se empezó a ceder en unos principios que parecían inmutables: la protección del débil y la no violencia”.
Nuestra tierra, nuestra región, no es ajena a este drama de la exclusión de los débiles, con un aumento del paro, de los desahucios, de la precariedad, que hace que más de 650.000 castellano y leoneses (uno de cada cuatro) estén bajo el umbral de la pobreza y que, de ellos, 128.000 estén sufriendo ya pobreza severa, 32.000 en Valladolid. Gente que no pueden ejercer su derecho a una vida digna por falta de los mínimos medios materiales.
Y una tierra en la que todos los años se producen más de 3.000 abortos provocados. En la que, en los últimos 10 años, ha desaparecido bajo esta lacra el equivalente a un uno por ciento de la población. Un hecho especialmente grave en una región en la que el crecimiento vegetativo es negativo, el envejecimiento es un problema grave y con una pirámide poblacional insostenible. Una sociedad sin niños, es una sociedad sin futuro, sin esperanza.
Por eso, desde el partido SAIn de Valladolid y de CyL, creemos necesario y urgente establecer un giro radical a esta situación, poniendo soluciones a las causas de este drama (sociales, laborales, económicas) que empujan a muchas mujeres, las segundas víctimas del aborto, a un drama con una única salida; promoviendo el apoyo a asociaciones que apoyen a la mujer y a sus hijos y cambiando la conciencia social para fomentar una cultura a favor de la vida, de toda vida y en todo momento, y que la defienda de cualquier ataque a su inviolable dignidad. 
Miriam Miguélez

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