Los titulares se han venido sucediendo durante las dos últimas semanas. Nos dicen que se cancelan los actos culturales en los bares de Valladolid por miedo a las multas, nos amenazan con un alcalde “inexorable” con los conciertos en bares sin licencia, nos advierten de que se vigilará el cumplimiento de la normativa. No sabemos a qué carta quedarnos. La verdad es que unos políticos casposos, amparados en una ley más casposa todavía y legitimados por denuncias anónimas se han propuesto cargarse la cultura de esta ciudad.
Produce vergüenza ajena que un puñado de policías interrumpan una mini obra de teatro mientras cuatro coches policiales les guardan las espaldas (que la gente de la cultura es muy agresiva, oiga). Toda una operación antiterrorista en regla. El exagerado y agresivo aumento de inspecciones policiales ha provocado que bares que programaban cultura para animar su local decidan tirar la toalla ante la amenaza de fuertes multas. Resulta tristísima esta creciente criminalización de la actividad artística que ha acabado desembocando en una auténtica caza de brujas. Antes de poner trabas y tratar a la gente con inquietudes artísticas como criminales, los políticos (a los que tanto se les llena la boca hablando de emprendimiento) deberían de incentivar la cultura. Sin embargo, acabarán prohibiendo las actuaciones de mimos. Han empezado con los músicos, han seguido con los actores, luego tocarán los coquitos a las exposiciones, las presentaciones de libros, los monólogos y los karaokes de películas mudas. Les da lo mismo. Ahora hablan de un acuerdo, de unas licencias especiales siempre que “se respeten los decibelios, que no cobren entradas o que respeten el aforo”. Es más, el alcalde ha ordenado a la policía que no sea “excesivamente beligerante con las lecturas de poemas, monólogos o microteatro”. ¡Qué detalle! “Niño, no te acerques a ese hombre que es poeta o algo peor”, decía Alejandro Cuevas. El fondo de la cuestión es que a esta gente la cultura les interesa una mierda. Ni da votos ni sirve para llevar jugosas contabilidades B. Más bien todo lo contrario.
Vicente Álvarez de la Viuda.
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