Un reloj de pared marca las seis de la tarde. Le acompaña, a su lado, un cuadro con un cristo crucificado que pretende emanar paz. Y a un extremo, un grafiti de una bola del mundo, feliz, con ojos y cara de sonrisa superpuesta, muy cerca físicamente pero muy alejada de la triste realidad. Tres protagonistas y decenas de gatos. Quizás la presencia de los amigos felinos contribuye a una cierta higiene que espante a los roedores en la maleza. Rostros y mentes magullados por la crisis que se han visto obligados a 'ubicar su residencia' debajo del mismo hormigón por el que a diario cruzan miles de vehículos y paseantes en Valladolid. Es la vida bajo un puente.
Sólo una pared y un techo, varios armarios recogidos de entre los contenedores y unos colchones sobre el suelo conforman esta peculiar vivienda, donde también corre el viento. Abrazados por la condensación y la humedad que propicia el río Pisuerga se cruzaron hace unos meses las vidas torcidas de Alexis Rodríguez, Daniel Marrero y Nikolai Marinov, que por desgracia desconocen que el 17 de octubre se celebró el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. Algunos de ellos pertenecían hasta hace poco a la llamada clase media, duramente golpeada en el último lustro. No en vano, el 27 por ciento de la población regional se encuentra bajo el umbral de la pobreza.