Son muchos los factores que
influyen en el drama del hambre en nuestro mundo. Es un fenómeno complejo, que
no tiene una única causa, pero no es una fatalidad. No es algo sobrevenido ante
lo que no podemos hacer nada.
Hoy ya sabemos que se
producen alimentos para más del doble de la población mundial, y sin embargo
100.000 personas mueren al día por inanición o sus consecuencias. La mitad de
ellos, niños. La mitad de la población mundial sufre de escasez de alimentos,
también en Europa y en España. ¿Por qué entonces ocurre esto?
También sabemos que este
horror podría erradicarse totalmente, hoy mismo, dedicando sólo el 1% de los
capitales entregados en los rescates financieros a los bancos o con el 2% del
gasto en armamento mundial anual. Entonces ¿por qué no se hace?
Lo primero es preguntarse
precisamente eso, por las causas, por los porqués. Las causas decíamos son
múltiples: la especulación con los precios de los alimentos y de las tierras,
el acaparamiento de éstas para producir biocombustibles entre otros productos
no alimentarios, el sistema económico y financiero injusto que mantiene la losa
de la deuda soberana, la corrupción política y económica o la falta de democracia,
las guerras, el cambio climático, el sistema consumista y devorador de recursos
de nuestras sociedades enriquecidas o la pérdida y despilfarro de alimentos,
entre otros muchos. Pero sobre todo por una creciente indiferencia e insolidaridad individual y col ectiva,
y una falta de voluntad política (se puede pero no se quiere).
Después viene la segunda
pregunta: ¿y yo qué tengo que ver con todo esto? ¿tiene algo que ver con mi
vida?
Hace unos días se organizaba
en Valladolid una carrera contra el hambre, organizada por el Ayuntamiento y
patrocinada por unos grandes almacenes, a beneficio del Banco de Alimentos de
la ciudad. 3.500 personas participaron en un día festivo con clases de zumba,
actuaciones para niños, bocadillos y mochila para los andarines y sorteo de
regalos. Todo ello a cambio de 4 €, con los que se podrían comprar unos 12.000
kilos de alimentos.
Es de suponer la buena
intención de las personas que allí fueron, pero también la falta de conciencia
personal y col ectiva de los
problemas.
¿Cuántos de ellos, de
nosotros también, hemos pensado en si nuestros ahorros están invertidos en especular
con los precios de los alimentos en la Bolsa de Chicago o destinados al
acaparamiento de tierras para producir biocombustibles para nuestros coches o
en empresas que juegan con las deudas externas de los países empobrecidos?
Y ya que el objetivo es
recoger alimentos ¿Nos hemos parado a pensar en la cantidad de alimentos que
desperdiciamos y despilfarramos a la hora de comprar y consumir? Sin pensarlo,
quizá, pensemos que muy poquitos. Pero eso es una sensación que la fría
estadística nos hace reconsiderar inmediatamente.
Según los estudios de la FAO o del Ministerio de Agricultura, en España se tiran a la basura casi 8 millones de toneladas de alimentos al año. En Europa, casi 90 millones de toneladas (en todo el proceso desde la producción, elaboración, distribución y consumo). Eso supone unos 179 kg por persona y año.
Quizá es difícil imaginar que
esto sea cierto. Pero si empezamos a considerar las sobras que van a la basura
en nuestra casa, lo que se tira en la restauración col ectiva
en col egios, hospitales, etc., lo
que se pierde en supermercados y en el procesamiento cada vez mayor de
elaboración de lo que compramos (cada año se tiran miles de toneladas de pan de
molde al quitarle la corteza o de pescados ultraprocesados). Si a eso le
añadimos lo que se pierde en la restauración (la próxima vez que vaya a un
restaurante fíjese en lo que queda en los platos e imagine lo que quedará en la
cocina). O lo que se desecha en el propio campo por que no reúne las
características de calibre o aspecto (las frutas feas pero perfectamente sanas,
por poner otro ejemplo…), podríamos ver que la estadística nos saca los col ores.
Pues bien, este hecho se
produce por nuestra falta de reflexión, de análisis, de no ir a las causas y
los porqués de las cosas que suceden.
Si considerásemos que cada
uno de esos 3.500 andarines, y Vd y yo, de media, desperdiciamos o
despilfarramos 179 kg de comida al año, y pusiéramos remedio a ello,
obtendríamos la espectacular cifra de 626.500 kg de alimentos disponibles para
el banco de alimentos, ¡50 veces más que lo recogido ese día!.
Esto sólo puede resumirse en una palabra: escándalo. Mientras gran parte
de los habitantes del mundo pasan hambre y en nuestro entorno tienen que acudir
a los bancos de alimentos, por otro lado se despilfarra y se desperdicia -mejor
dicho, desperdiciamos y despilfarramos-una ingente cantidad de alimentos.
Si nos parásemos por un
momento a pensar. Si decidiéramos pensar
en lugar de correr, quizá nuestra actitud sería distinta. Quizá nos hacen
correr para que no pensemos en las causas y para que sólo paliemos las
consecuencias a base de buena intención, de lavar nuestra conciencia.
¿Nos podemos imaginar esos
3.500 andarines a la puerta del Ayto exigiendo que se ponga remedio a este
escándalo? ¿Y a cada uno de nosotros pensando en cómo evitar nuestra
contribución al mismo?
Si no nos paramos a pensar, podemos terminar
banalizando las necesidades de los empobrecidos, organizando un día de fiesta a costa del drama de
los que sufren. Ninguna persona quiere ir a pedir alimentos, necesita resolver
las causas que provocan esa situación: paro, acaparamiento de tierras,
especulación,….
El problema del hambre (aquí y allá) no
es una fatalidad. Las causas que lo producen están más cercanas de lo que creemos.
Están en nuestras manos. Y las soluciones, en nuestra capacidad para pararse a
pensar y actuar.
Desde el partido SAIn
invitamos a todas las personas de buena voluntad a analizar y a trabajar juntos
por un mundo donde el hambre sea erradicada desde sus causas y donde la
soberanía alimentaria sea un derecho de toda persona. Es posible si ponemos
empeño en poner a la Solidaridad por principio.
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