viernes, 12 de febrero de 2016

Una moda demasiado flexible



Ir vestidos a la última, seguir los dictados de la moda, salir de rebajas, pueden parecer actos intrascendentes, e incluso divertidos. Pero detrás de ellos se ocultan realidades bien distintas.


Una “moda flash”, cambiante a un ritmo a veces de vértigo, que incita al consumismo desenfrenado del usar y tirar. Y que obliga a un sistema de producción y comercialización depredador de recursos y explotador con las personas.

Tener preparada a tiempo la próxima temporada, en grandes cantidades para atender tiendas de medio planeta, exige una capacidad de producción y venta muy ágil y sobre todo muy flexible, pues tiene que ser capaz de atender al cliente sin que haya existencias; es decir, producir al ritmo que se vende. 

Esta práctica del “just in time” está muy bien desde el punto de vista de la empresa dedicada a la moda fugaz, pero es un rígido sistema que se hace a costa de la flexibilidad de los trabajadores de toda la cadena de producción y distribución.

Cuando el centro inamovible es el beneficio, la cotización en bolsa o la rentabilidad de los accionistas, todo lo demás se hace secundario y debe moverse y adaptarse en torno a él: materias primas, productores, fabricantes, vendedores, e incluso los consumidores, que nos movemos al son que su publicidad marca. Las personas debemos hacernos inclinarnos y ser flexibles ante el dios beneficio.

Y así sucede todo en torno a estas empresas: desde las costureras en las maquilas de Marruecos, Bangladesh o Brasil hasta los empleados de las tiendas de nuestras calles. Condiciones laborales, aquí y allí, con contratos precarios, temporales, o a tiempo parcial con horarios alargados e impredecibles, con bajos sueldos con los que no es posible vivir, en los que el trabajo se convierte en condena. O incluso sin contrato, en los que se cierne la amenaza del paro y la pobreza, el chantaje de la competitividad con los trabajadores de la otra parte del mundo e incluso de las agresiones físicas, favores sexuales, esclavitud infantil,…. Trabajos flexibles hasta el agotamiento. Personas que rotan. Personas de usar y tirar,…

Pero existe otra cara bien distinta en esta realidad. Mientras esto sucede, estas empresas muestran sus grandes éxitos y beneficios. Empresas que pueden pagar un salario digno a sus trabajadores pero que prefieren aumentar el brillo de sus balances. Así se amasan las grandes fortunas de nuestro país. Sólo con lo que se incrementa el patrimonio anual del mayor de nuestros ricos, se podría pagar a sus más de 115.000 trabajadores de forma más que digna. Pero prefiere ser más rico todavía y soltar alguna que otra migaja para tranquilizar su RS empresarial… y su conciencia.

Ante esta situación, como ciudadanos y consumidores tenemos que ejercer  nuestro protagonismo y responsabilidad. En primer lugar cuestionando nuestro modo de vivir y consumir y derrochar y en segundo lugar, nuestra obligación de conocer estos hechos y exigir no sólo calidad y precio sino condiciones laborales justas y dignas para los trabajadores.
Debemos exigir que la economía esté al servicio de la persona. Y no al revés.

Te invitamos a escuchar este audio de RNE acerca de este tema,

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