Nuestro día a día está entrelazado con la vida de los inmigrantes que viven con nosotros. Seguramente. la fruta y la verdura que comemos está recogida por hombres y mujeres que llegaron de África. Posiblemente la persona que limpia nuestro portal o cuida de nuestros padres mayores o de nuestros hijos pequeños vino de América, o el camarero que nos atiende en un bar es un inmigrante. Ellos están aportándonos riqueza con su trabajo y nuestro mundo de viejos ya no es posible sin su
aportación.
En muchos casos estas personas llegan a España después de
someterse a una perversa selección resistiendo el tormento de un viaje a través
de desiertos, mares y muros, sometidos a extorsiones o cayendo en las redes de
la trata de seres humanos. En este camino se quedaron decenas de miles de
personas que murieron en silencio.
Los migrantes no abandonan a sus familias y dejan sus países
por capricho. En muchos casos vienen de lugares con muchas riquezas naturales,
que han sufrido siglos de colonialismo y que en la actualidad soportan la
explotación de las empresas multinacionales. Esto les ha quitado los medios
para vivir dignamente. Otros muchos son refugiados que huyen de los conflictos
bélicos que arrasan sus hogares y que ponen permanentemente en peligro sus
vidas.
Cuando un inmigrante llega aquí aún le espera un duro camino
enfrentado a la ley de extranjería para poder conseguir papeles. Este largo
proceso en muchos casos le llevará a la marginalidad y a la explotación
laboral; otro eslabón mas del enriquecimiento de unos pocos a costa de la vida
de los mas pobres.
Ellos son a los que llamamos con desprecio negro, esclavo,
sudaka,… porque el miedo al extranjero se está acrecentando entre nosotros. Ese
miedo está condicionando nuestra forma de pensar y nos está convirtiendo en
seres cerrados privándonos del encuentro con los otros. En este camino nos
estamos jugando nuestra propia humanidad; porque si no somos capaces de
reconocer el sufrimiento de los demás, nuestros valores como sociedad se están
desmoronando.
Desde los Círculos del Silencio queremos denunciar que para
los pobres no hay papeles. Por eso reclamos a nuestros gobernantes una política
migratoria que sea respetuosa con los derechos humanos. Apostamos por un mundo
en el que cese la explotación de los países empobrecidos y el robo de sus
recursos.
Pedimos a la sociedad que cambie su mirada hacia los
extranjeros, porque son personas como nosotros que buscan vivir con dignidad y
que merecen ser acogidas y reconocidas. No queremos que nuestra vida se sustente
en su pobreza.
De esta manera todos los seres humanos tendremos el derecho
a emigrar o a no tener que emigrar, porque podremos elegir. Creemos en un mundo
sin fronteras en el que las personas puedan vivir en libertad.
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