Continua creciendo el número de personas apostadas a las puertas para hacerse con los productos que depositan en los contenedores
Más que alimentarse es sobrevivir. Aumenta por momentos el número de ciudadanos que se amontonan a las puertas de algunos supermercados vallisoletanos en busca de un corrusco de pan, aunque lo cierto es que es más fácil de lo que parece encontrarse variedad alimenticia: desde carne hasta pescado, pasando por embutidos, verduras, frutas y lácteos. Esta imagen va in crecendo por los cuatro puntos cardinales de la ciudad de la misma manera que aumentan las situaciones dramáticas de muchos núcleos familiares.
También de personas en riesgo de exclusión social. Se trata de una cuestión de supervivencia a las puertas de los supermercados donde mientras los trabajadores intentan ser solidarios facilitándoles el acceso a esta comida, cada vez son más las empresas que prefieren enviar diariamente una cifra determinada de kilos tanto a los bancos de alimentos como a oenegés y evitar esta imagen a la puerta de sus centros. Así, durante los últimos días, la ocupación del comedor social de Huerta del Rey sirvió un 92% de comidas cada día.
Inmigrantes sin trabajo, personas en riesgo de exclusión social, ciudadanos de etnia gitana y otros tantos cabeza de familia sin ningún tipo de ayuda económica son los perfiles más habituales que mendigan por estos entornos para poder alimentar a sus familias y, «si sobra algo», pues para él también. Cada vez más existen verdaderos dramas familiares a las puertas de las medianas superficies vallisoletanas. Y tienen dos tareas: unos pedir limosna, que acaban siendo productos no perecederos (pastas, arroces, aceite...), y los otros en la cola de los contenedores para intentar llevar comida para casa. Paradójicamente, una mayor parte de los alimentos desechados son productos cuya caducidad ha expirado ese mismo día, es decir, que los organismos sanitarios competentes obligan a retirarlo de las estanterías pero lo cierto es que reconocen los propios técnicos del ramo que los márgenes de caducidad son bastante más amplios. Esto sucede con los artículos perecederos, pero también en la sección de frescos, por lo que muchas personas llenan las bolsas con todo tipo de alimentos.
«Se tiran alimentos aptos para comer y nuestra situación en la vida es de pura supervivencia», explica un inmigrante a 'El Día de Valladolid', mientras espera a compatriotas suyos a las puertas de un supermercado. Este marroquí lleva afincado en Valladolid más de cuatro años y desde hace pocos meses experimenta «auténticas» necesidades para llevarse algo a la boca. «Estamos aquí entre las 13.30 y las 14.30 horas todos los días para intentar coger algo. Según tu número en la cola, unos días te llevas algo y otros no, porque cada vez son más los que recurrimos a esto», señala. Otro ciudadano, esta vez español, explica que esta comida le dura en el frigorífico de casa entre dos y tres días, «significando un respiro para mí y sobre todo para mis hijos. Así tampoco me veo obligado a hacer otras cosas para poder comer», ultima asintiendo ante la extrema situación que vive ahora, «aunque al menos tenemos un techo donde guarecernos todos los días».
Es más, esa supervivencia de la especie humana ha llevado en ocasiones a desencadenar discusiones y riñas en plena calle, a las puertas de las tiendas, un detonante al que también llegan ante lo que creen un «aumento del racismo».
Fuente: El día de Valladolid
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