miércoles, 15 de abril de 2015

La indiferencia mata

150 estudiantes asesinados en Kenia
Cuando los que mueren son “otros”, los que no tienen mi sangre, mis ideas o mis creencias, cuando los que mueren están lejos o son pobres, nos sentimos justificados para no sentirnos “demasiado” afectados.
En estos últimos meses asistimos a la extensión del terrorismo en África y Oriente medio, donde el derecho a la vida parece ser cada día más difícil de cumplir. La muerte y la tortura de las formas más abyectas y salvajes imaginables está sucediendo justo al otro lado del Mediterráneo.
Debemos condenar este genocidio de nuestros hermanos, sean cristianos o musulmanes, masacrados vilmente por el simple hecho de serlo. Como debemos denunciar el genocidio silencioso del hambre, que siega 100.000 vidas diarias (la mitad niños), el de la guerra, el aborto, la violencia o cualquier otro atentado contra la vida humana. De cualquier ser humano, de todos y en todo momento de su existencia. No se puede fragmentar, hacer excepciones a  este derecho fundamental, salvo que queramos faltar a la verdad.
Lamentamos el silencio y la indiferencia cómplice de los medios de comunicación, que salvo honrosas excepciones, oculta lo que está sucediendo y se limita a ofrecer los hechos sin analizar ni profundizar en sus causas.
También lamentamos la hipocresía de muchos partidos y políticos que corrieron a hacerse la foto en Paris, cuando fueron brutalmente asesinados los dibujantes, para defender, no el derecho a la vida, sino el derecho a la endiosada libertad, que sin reglas ni límites, se ha convertido en esta vieja Europa en valor supremo, por encima del  derecho a la vida y a la libertad de los demás.
Y nos entristece el papel de esta triste y decrépita Europa que sólo es capaz de mirar el sufrimiento cuando el acto terrorista o el ébola o el emigrante está en su territorio, pero mira con indiferencia más allá de su orilla. Entonces sí sale a la calle en masa. Pobre Europa, que no reconoce sus raíces y que hoy pelea por la defensa de los derechos de tercera generación cuando aún falta muchísimo para cumplir los derechos humanos fundamentales y fundantes.
Pobre Europa que ya no es que no sea capaz de actuar, es que ni siquiera es capaz de condenar pública y contundentemente estos actos, ni de hacer autocrítica en la parte de responsabilidad que le corresponde, habiendo estado interesada en mantener y propiciar gobiernos débiles, fácilmente manipulables para obtener sus materias primas, sus suelos o su mano de obra esclava, y que ahora son también fácil pasto del terrorismo y el caos.
En el partido SAin entendemos que nada humano puede sernos ajeno, y por eso condenamos los actos que niegan el primer derecho humano, el de la vida, así como la pasividad de nuestras instituciones y agentes sociales ante ello.

Nuestra indiferencia, mata.

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