En nuestra región y en Valladolid, mucha
gente sobrevive gracias a la aportación de los Bancos de Alimentos, que se
ven desbordados ante las necesidades más urgentes. Sólo en 2014 tuvieron que
incrementar un 50% sus entregas respecto a 2013.
Las cifras de Cáritas son elocuentes: hay 128.000 personas
en Castilla y León, 32.000 de ellas en Valladolid, que están bajo el umbral de
la pobreza severa. Familias que han sido expulsadas de sus casas por no poder
pagar la hipoteca, que enferman con más facilidad por no poder ni encender la
calefacción, sin trabajo y apenas ingresos, que se encuentran en la cuneta de la marginación. Y que
por supuesto no pueden alimentarse correctamente, lo que agrava todos esos
problemas. No les vemos, porque el hambre se esconde, porque estigmatiza en
esta sociedad de la opulencia y de la apariencia.
Pero el hambre de aquí y de allí no son consecuencia de
fatalidades irremediables, sino que tienen las mismas causas provocadas por un
sistema insolidario e injusto que busca con avaricia el beneficio, personal o
empresarial, por encima de todo, y que precisa del paro y la precariedad para
concentrar las riquezas en muy pocas manos. Porque es del trabajo de donde las
personas y las familias deben obtener los mínimos ingresos para vivir con
dignidad. Y eso, hoy, es cada vez menos frecuente.
Son muchas las causas de esta lacra: especulación financiera
con los alimentos; control del mercado alimentario por una docena de
multinacionales inmensamente poderosas; pagos de deuda externa que impiden la
inversión en agricultura; desperdicio masivo de alimentos; uso creciente de
suelo agrícol a para producciones
secundarias (flores, biocombustibles o simple especulación); privatización del
agua, etc…
Dado que estas causas que provocan el hambre son conocidas y
son técnicamente superables (sólo haría falta un 1% de lo entregado para el
rescate bancario para borrar hoy mismo el hambre en el mundo) el partido SAIn
entiende que el problema radica en la voluntad, en la decisión política.
Y por ello, el SAIn exige en su programa político que se
arbitren las medidas necesarias para erradicar el primer problema actual de la
humanidad, atajando las causas y no actuando de forma permanentemente
asistencial sobre las consecuencias. Desde la promoción de las personas, con su
lucha por sus derechos básicos, con la solidaridad con los últimos como
principio.
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