Convocamos esta nueva concentración de
los Círculos del Silencio para manifestar que sí nos importa lo que está
pasando en nuestra frontera sur... que sí nos importa la vida de todas esas
personas que huyendo del hambre, de la guerra y de la violencia llegan a las
puertas de Europa.
El pasado mes de noviembre al menos 114
inmigrantes y refugiados han perdido la vida mientras intentaban alcanzar las
costas españolas. Durante 2018 son ya más de 2000 personas las que han muerto
en el Mediterráneo.
Los que consiguen llegar, afrontan
nuevos dramas, como el encierro en Centros de Estancia Temporal (CETI) que son
cárceles para inocentes, la separación de sus niños, el laberinto burocrático,
las devoluciones en caliente, los malos tratos que muy frecuentemente reciben
de las fuerzas de seguridad y de los funcionarios, el desprecio de una sociedad
que los ve como amenaza,…
El ascenso de los partidos xenófobos en
toda Europa nos preocupa porque son expresión y aliento a una cultura del
descarte, que enciende el odio contra las personas que vienen de fuera. Los
medios de comunicación frecuentemente colaboran a crear un clima de rechazo y
de deshumanización, todos hemos oído expresiones como avalancha, asalto masivo,
etc.
Esta Europa que niega la entrada a los
extranjeros pobres, es la misma que provoca la miseria en los países africanos
esquilmando sus recursos, es la misma que basa su crecimiento en la riqueza que
aportan los trabajadores inmigrantes.
Nuestros gobiernos, como hemos visto
estos días, consideran que Trípoli es un puerto seguro para desembarcar a seres
humanos rescatados en el mar. Sin embargo, estas personas prefieren arrojarse
al agua antes que entregarse a las autoridades libias. Además, los gobiernos
europeos criminalizan la solidaridad, ya que impiden cumplir con el deber, que
como seres humanos tenemos de auxiliar a aquellos cuya vida corre peligro.
Estos días atrás hemos conocido el testimonio de Pascual Durá, patrón del barco
Nuestra Madre Loreto, y de su
tripulación, que a pesar de las amenazas y presiones, poniendo en riesgo muchas
cosas, cumplieron con el deber moral de
poner a salvo a 12 jóvenes rescatados en el mar. Un grupo de pescadores nos
enseña el ABC de la solidaridad: cuando las leyes van contra las personas, hay
el deber moral de desobedecerlas.
Estamos aquí, amigos y amigas, para
decir a nuestros conciudadanos que sí nos importa la vida de esta gente y que
estamos dispuestos a defender los derechos de nuestros hermanos inmigrantes
porque en ello nos va también nuestra dignidad.
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