Antonio García Quintana nació en Villacarriedo (Cantabria)
el 8 de mayor de 1894. Fue militante socialista desde su juventud hasta su
fusilamiento por Franco en 1937. Militante socialista de los que entregaron su
vida por un ideal: el servicio al bien común. Esto fue así aún cuando fue
traicionado por sus compañeros de partido y se sintió desanimado por las luchas
internas que siempre han caracterizado al PSOE.
Se acercó al socialismo, como tantos otros, desde su primer oficio, el de
tipógrafo. Allí se afilió a la UGT y después al PSOE. Pero su sentido de la
promoción hizo que no se conformara con ese trabajo y pasó por otros varios
hasta que consiguió una plaza de contable en el Colegio de Notarios de
Valladolid. En un curso de francés conoció a la que sería su mujer, Brígida.
Tuvieron tres hijos.
En el PSOE de Valladolid fue destacado como un hombre honrado, que cuidaba de
hacer bien aquello que hacía, sobre todo cuanto tenía que ver con su acción
política. En 1920 entró como concejal socialista en el Ayuntamiento de
Valladolid, donde destacó por su lucha contra los monopolios de los caciques
locales, los albistas (seguidores de Santiago Alba). Estos controlaban, entre
otras, las compañías de electricidad Electra y la de suministro de aguas,
Sociedad Industrial Castellana, contra las que sostuvo duras batallas por la
falta de suministros que ofrecían a los ciudadanos unido a la carestía de
precios. Controlaban los albistas también el periódico local, El Norte de Castilla.
Consciente de la importancia de la opinión pública, García Quintana fue
director del periódico socialista vallisoletano Adelante, entre 1931 y 1934.
Periódico obrero clausurado en varias ocasiones sostenido por los lectores y
las cuotas de militantes, y que llegó a tener mayor tirada que el propio Norte
de Castilla.
Se ganó fama de astuto y hombre moral de férreos principios y colaboró en el
desarrollo de la Casa del Pueblo en Valladolid como lugar de formación política
del socialismo vallisoletano y como centro cultural del que salieron
iniciativas como la Universidad Popular Pablo Iglesias, grupos de teatro,
corales, etc.
A la llegada de la República, el PSOE se hizo con la alcaldía de Valladolid y
en 1932 García Quintana sustituyó a su compañero Federico Landrove al frente de
la Alcaldía de Valladolid. Ocupó ese cargo hasta que fue destituido tras la
revolución de octubre 1934, a
la que se opuso. Cuando se le cesó como alcalde fue defendido públicamente por
sus adversarios políticos. Se ganó el beneplácito, incluso, del propio
arzobispo de Valladolid. En 1936 fue repuesto tras las elecciones del mes de
febrero ganadas por el Frente Popular.
En su trabajo como alcalde tuvo un objetivo claro: la educación. Puso en marcha
escuelas, comedores para los niños que acudían a la escuela sin comer, promovió
bibliotecas en los centros escolares...
Al estallar la guerra se escondió durante un tiempo pero finalmente es detenido
y condenado a muerte. Desde la cárcel escribió a su familia una conmovedora
carta en la que pide a sus hijos que sean cristianos y hagan de la honradez y
el trabajo su norma de vida. La carta finaliza perdonando a los que le han
condenado y a los que le van a matar.
"Se virtuoso, hijo mío. Sólo por respeto a ti mismo y como acatamiento a
Dios, a quien te recomiendo que confíes la reparación, en el más allá, de las
terribles e irremediables injusticias humanas y el premio adecuado de tus
virtudes. Te encarezco que seas religioso, esto es, que te asimiles la moral
cristiana y que, sin exageraciones beateriles, que son, en buena parte, mera
simulación, acomodes a aquella tu diaria conducta (...). A los enemigos, sean
quienes fueren, incluso aquellos que han puesto su voluntad al servicio de
nuestro mal, perdonadlos, primero, y olvidadlos, después. No os atormentéis
pensando en ellos. Perdonadlos como yo los perdono, como es nuestro deber moral
perdonarlos".
Carta de Antonio García Quintana antes de ser fusilado
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